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Voluntaria en Tierra Roja
Cuando decidí realizar un voluntariado con VIVA en San Cristóbal de las Casas, no sabía lo fantásticos y emocionantes que iban a ser los cinco meses que pasaría allí.
Llegué un 29 de septiembre a Chiapas, bajo un aguacero enorme que no apagó la sonrisa de la gente que me esperaba. Conocí a mis coordinadoras y mis nuevos compañeros de casa, voluntarios también, y que pronto se convertirían en parte de mi pequeña gran familia mexicana.
El proyecto en el cual participé es Tierra Roja. Sin duda alguna, un proyecto que ha ido creciendo a pasos agigantados desde que se creó. Se trata de una pequeña escuela de madera donde las niñas y los niños, las mamás y las abuelas pueden ir a aprender a leer, a escribir, a pasar un rato agradable, rodeados de otras personas de la colonia. Por la mañana, pequeñas y pequeños asisten a las clases de alfabetización, matemáticas y otras materias, aprendiendo en comunidad lo que es compartir y divertirse juntos. Todas las mañanas, hay un desayuno, uno grande, de los que llenan el estómago y alimentan, cereales, fruta, sándwiches… Y después, toca ¡JUGAR! Sea futbol, canicas, memoramas o el atrapador, siempre hay una gran participación de equipo (aunque bueno, hay momentos de enojos, fáciles de resolver… Ya sabéis, lo típico, una trampita, un “me ha atrapado pero estaba amarrándome el zapato”,…)
Durante dos tardes a la semana, llegan a la escuela más niñas y niños, provenientes de otros colegios, a recibir apoyo escolar con sus asignaturas del día a día. Un grupo de edades muy diversas, donde se juntan los que aprenden a contar con frijoles y los que les mandan tarea de historia y han de crear largos mapas conceptuales. Son tardes ocupadas, con mucho trabajo que hacer pero que siempre sobra un hueco para divertirnos juntos, montando rompecabezas, pintando paisajes o corriendo en el pasto que rodea a este bonito espacio que es Tierra Roja.
Los sábados, las edades de los participantes cambian. Ahora, mujeres (muchas mamás, tías, abuelas de los participantes pequeños) vienen a pasar un rato en comunidad, a conocerse entre ellas, a aprender a leer y escribir, a bailar Zumba, a reírse, a poder participar en algo que está más allá de lo que tienen en casa y en sus familias. ¡Y no vienen solas! Las y los peques las acompañan y los voluntarios nos quedamos con ellos realizando actividades de exterior (juegos de pelota, carreras, clásicos, etc…). O sea, ¡no hay tiempo para aburrirse!
Un fin de semana al mes, se lleva a cabo un Cuxtitianguis. ¿Un queeé? Os preguntaréis. Pues es un tianguis, es decir, un mercadito artesanal, que se hace en las mismas instalaciones del Centro Comunitario de Tierra Roja, situado en Cuxtitali, un barrio de la periferia de San Cristóbal de las Casas. Allí, comida típica y muy rica (¡¡qué buenas quesadillas!!) se venden junto a cremas naturales que ayudan a curar dolores, dibujos y gran variedad de productos, vendidos por gente del barrio, de la cuadra de al lado, o de la de más allá. Y dentro, dentro de la escuelita se ofrece ropa de segunda mano a pocos pesos, para conseguir recaudar dinero para el proyecto, que recordemos, es sin ánimo de lucro y requiere de mucho esfuerzo y dedicación diaria.
De la casa de voluntarios, todo son buenos recuerdos. Muchas risas en la terracita de arriba, tirados en el colchón de pensar. Comiendo juntos y pasando los días acompañada de personas maravillosas. Sin duda alguna, de los mejores compañeros de piso del mundo. De los que te hacen sopa si te encuentras mal o te tapan si te dormiste sin cobija.
De lo que pude ver de México, sé que es precioso. Pero Chiapas, ¡Chiapas tiene tantas cosas! Empezando por sus paisajes, hay lagos, selva, ciudades, playas, ruinas… hasta su gente, eso que realmente hace bonito un lugar, esa mezcla entre culturas, indígenas, extranjeros, chiapanecos y mexicanos de otros lados.
En fin, si tuviera que describir mi tiempo de voluntaria en San Cristóbal brevemente, no podría. Así que solo me queda agradecer a mis coordinadoras, Citlally y Michelle, por crear esta bonita organización que es VIVA, y a mis “maestros” y amigos, Viviana y Jorge, por aceptarme en Tierra Roja.
A los que están pensándoselo les diría… ¡ánimo! Participar en un voluntariado y en este en concreto, aporta tantas cosas positivas que en la vuelta a casa, la mochila va tan llena de experiencias inolvidables y buenos recuerdos que cuesta muchísimo partir.
Juna Estarellas
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