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Testimonio: Valeria Jiménez

Dic 4, 2018 | Testimonios

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Voluntaria en Tierra Roja

Un andador con dos realidades…

Mi idea inicial de realizar mi servicio social intensivo, surgió porque el voluntariado siempre me ha gustado, aunque en ocasiones no parezca, y me emocionaba más el saber que trabajaría en otro estado y me saldría totalmente de mi realidad, era como mi primera experiencia en teoría, viviendo sola, o más bien, sin la compañía de mis padres.

Emprender un viaje en compañía de tres amigos más, hacía todo más emocionante, pero sin duda lo que al principio inició como una aventura, a mitad de camino fue como un choque de emociones y pensamientos negativos, nunca te imaginas las cosas que te pueden suceder, pero para no hacer larga la historia, al viajar rumbo a Chiapas a mitad de camino fuimos asaltados, y no solo me quitaron únicamente a mí, mis dos objetos de más valor y para mí lo tienen, porque económicamente mi familia no está bien, y las cosas que me compran las cuido mucho porque se el esfuerzo con el que lo hacen, de entrada estudiar en la Loyola es algo demasiado importante, tanto para mis papás como para mí.

Mi llegada a San Cristóbal de Las Casas no fue la mejor, pero el recibimiento fue muy afectivo, por una chica de Aguascalientes llamada Alejandra y Omar, un español, el resto estaba dormido, porque llegamos a las 7 de la mañana, pero conforme fueron pasando las horas, el resto de los voluntarios despertaba y comenzábamos a conocerlos, Janette de New Jersey, Jordi de España y Alba de Madrid.

Michelle, con quien estuve en contacto solo en correo electrónico apareció más tarde con una bolsa de llena de tamales y para informarnos que teníamos una reunión en el Barrio de Tlaxcala, y ahí nos conoceríamos más y nos dirían las actividades a realizar.

Y alrededor del mediodía, comenzamos a hacer actividades para conocernos y perder la pena, después de esto nos informaron de los proyectos a los que habíamos sido asignados y lo que trabajaríamos, de los tres proyectos a los que nos repartían, llegó mi turno y me tocaba trabajar en el barrio de Cuxtitlali, en el proyecto Tierra Roja, que lleva por lema “Aprendiendo en comunidad”, su objetivo es Combatir el alto nivel de analfabetismo en la población de la periferia urbana de San Cristóbal de Las Casas, ampliando el segmento de niñas, niños y mujeres que hable y escriba en el idioma dominante en la región, el español.

Y el 13 de Julio, conocí por fin el lugar donde trabajaría, que estaba a media hora caminando, de la casa donde me hospedaba, ese sería mi camino de 5 días de la semana, por las mañanas, entraba a las 9 de la mañana y salía a las 12 del día. La escuela donde impartían las clases, era una casita de madera que estaba en medio de árboles, parecía un pequeño bosque, y el lugar era muy frío y húmedo por cierto. El primer día, la encargada Viviana, comenzó a explicarme lo que trabajaba en lo que llegaban los niños, porque eran un poco impuntuales, pero ese día conocí a tres pequeños, Viviana, Jonathan y Víctor y así comenzaron mis actividades.

En total eran 5 niños con los que trabajé, aparte de los tres que nombre anteriormente, había dos más, Julio y Alejandro, los lunes y miércoles eran clases de español donde les enseñaban a leer y escribir, como eran pocos niños, la atención era más personal; los martes y jueves llegaban las matemáticas y los niños sufrían un poco, y para finalizar los viernes, hacíamos de todo un poco, eso sí, todos los días al iniciar la clase, se comía fruta y a mitad de día jugábamos fútbol.

Encontré en estos niños, y en este proyecto, demasiada humildad y paciencia, la idea que llevaba era que solo jugaríamos y no habría tanta clase, pero conforme pasó la primer semana, me di cuenta, que lo principal no era jugar, los niños necesitaban de verdad aprender, porque ninguno iba a la escuela. La zona donde estuve trabajando era muy pobre y por eso mi título, un andador con dos realidades, porque vivía cerca del andador principal donde el turismo prevalecía, y los restaurantes caros y bares se volvían demasiado llamativos, y en Cuxtitlali sólo existía la pobreza, estaba detrás de ese andador lujoso por decirlo así, los niños recogían basura para ganarse unos pesos y por eso no eran constantes en la escuela.

No podían asistir a una escuela de gobierno porque no tenían acta de nacimiento, debido a que sus padres vienen de comunidades indígenas y no se preocupan por registrarlos, el contexto social en el que viven es demasiado machismo, las mujeres son golpeadas por sus esposos y dedicadas al hogar y las que son solteras a trabajar.

Aprendí a tener demasiada paciencia con ellos, su educación no era la mejor, no solo en conocimientos, sino que en modales, pero mi carisma hizo que los niños no me rechazaran y digo esto, porque días después llegó un voluntario más y los pequeños no lo aceptaron, pero volviendo al tema, el enseñarles y explicarles las cosas una y diez veces más hacía que me desesperara un poco, pero creo que mi paciencia es enorme porque nunca contesté de forma grosera y mucho menos los regañé, fueron pasando las semanas y sin duda alguna comencé a conocerlos más, me esperaban al terminar la clase para que me fuera con ellos, me abrazaban al llegar, querían que yo les ayudara a realizar sus actividades, me pedían a la hora de formar los equipos de fútbol y quedé muy encariñada con ellos.

Algunos iniciaron a tenerme confianza porque me contaban problemas que tenían en su casa, su inocencia estaba debajo de un caparazón muy grueso, porque intentaban hacerse los fuertes, cuando en realidad sufrían mucho en sus hogares, la mejor parte llegó, cuando me enteré que no conocían el cine y que los llevaríamos como cierre del curso, toda una semana no dejaban de preguntarme ¿cómo es el cine maestra?, y llegó el día que iríamos a ver la película, sus caras estaban llenas de alegría, emoción y sus ojos brillaban, no me soltaba de la mano Jonathan y me apretaba fuertemente, al llegar a la entrada de las salas, corrieron sin parar y se metían a distintas salas. Cuando entraron a la sala correcta su rostro era de mucha emoción, porque era su primera vez en el cine, comieron demasiadas palomitas, refrescos y sin duda disfrutaron el día.

Estoy emocionada de haber trabajado tres semanas con esos niños, porque la inocencia y lo que aprendes de ellos es demasiado, aprendí a tener mucha paciencia, a trabajar con otras realidades, a escucharlos, a conocerlos, a humanizarme un poco más y la verdad es que no me arrepiento de haber trabajado con ellos, de caminar cada día media hora de ida y media de regreso, de ser la primera en salir de la casa, de levantarme a las 8 de la mañana para ir al otro día a mi servicio, de no desvelarme entre semana para estar bien al siguiente día.

Los extraño, extraño sus voces, sentarme con ellos a mitad de patio a comer fruta mientras nos daba el sol, de jugar futbol y escuchar las voces de todos gritando “gol”, sin duda con ellos encontré la paz que necesitaba, por cómo llegué a San Cristóbal.

Pero por otro lado, llegando a la casa, la convivencia era muy buena, los 10 que en un principio comenzamos, y que estuvimos juntos dos semanas completas, logramos una comunicación buena, ya el resto de las personas que comenzaron a llegar, no se acoplaron tanto al grupo que ya estaba formado.

A todos lados íbamos juntos, la única parte del día donde nos separábamos, era a la hora de retirarnos a nuestros proyectos, de ahí en fuera el resto del día estábamos juntos.

Nos repartimos la limpieza en la casa y los días para cocinar, hicimos equipos de dos personas y así cada pareja le tocaba cocinar un día distinto, y las compras eran muy organizadas, ya que hacíamos una lista de lo que se ocuparía para cocinar y así no comprábamos cosas a lo tonto. Logre formar una buena amistad con todos, la convivencia era sana

Desde el punto de vista de la comunicación, pensando en mi proyecto, faltaba quien les diera publicidad, quién estuviera al pendiente de las actividades, porque solo son dos personas, y no tienen ninguno de los dos una idea de cómo llegar a más personas, más que vía personal, es decir, para darse a conocer fueron casa por casa para que la comunidad se enterara de este nuevo proyecto.

Valeria Jiménez

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